ELIGE EL MÉTODO PARA ENSEÑAR A LEER
Muchos analistas dicen que los resultados de las pruebas PISA se deben a la calidad de la lectura de los estudiantes. Asumo que, si se mejora la lectura,
mejoran los resultados.
Para mejorar la calidad de la lectura, hay que tener en cuenta muchos factores.
En Latinoamérica la lectura no es un hábito cultural frecuente y masivo, así que ese no es un referente que sirva de soporte para que las nuevas
generaciones lo imiten. Las campañas para motivar a la lectura resultan infructuosas, porque no se trata solo de decirle a la gente que lea. No es tan
simple como eso. Tenemos que estudiar más detenidamente cómo es que se forman los hábitos.
Una actividad tiende a convertirse en hábito si se nos facilita hacerla y si nos provee emociones positivas; si nos hace felices.
Al estudiar la fisiología de los ojos cuando leemos, nos damos cuenta de que leer es una actividad que está demandando mucho esfuerzo a nivel de los músculos que mueven los ojos. Hacemos muchos movimientos sacádicos desplazando la mirada sobre el texto por medio de saltos y fijaciones, y esto genera cansancio rápido. Esto es consecuencia de haber acostumbrado a los ojos a fijarse en letras o sílabas producto del método con el que aprendimos a leer. A esto se le llama memoria implícita o memoria muscular.
Como nos enseñaron a leer letra por letra o sílaba por sílaba, esto perjudica la comprensión del texto y no produce placer.
La conclusión es que, sumados estos factores, el hábito no aparece; no hacemos mayor esfuerzo por leer y más bien buscamos excusas para justificar por
qué no lo hacemos.
Quienes enseñamos a leer, tenemos la responsabilidad de investigar y buscar cuál es la metodología que mejor desarrolla la habilidad y crea el hábito. Hoy
tenemos a disposición los aportes de la Psicología, la Pedagogía, la Neurociencia y la experiencia de los profesores y padres de familia para juntar toda esa información y buscar una metodología que se adapte mejor a las necesidades de leer más y mejor que les corresponde a los estudiantes de la actualidad.
Tengamos presente que el objetivo de aprender a leer es comprender lo que está escrito. En ese sentido, enseñar a reconocer letras sueltas carentes de
significado concreto no va acorde con un principio que dice que al cerebro le gusta la información concreta, contextualizada y funcional. Fragmentar el lenguaje en letras o sílabas como lo hacen los métodos sintéticos (alfabético, fonémico y silábico), van en contravía de la teoría constructivista ampliamente aceptada por la comunidad educativa, pero no tenida en cuenta en la enseñanza de la lectura. El cerebro va de lo general a lo particular y no al revés.
Ya que no contamos con la influencia cultural que favorezca el acto de leer, trabajemos por el lado de la pedagogía de la lectura. La mejor campaña en favor de la lectura es enseñar a leer bien. Siempre haremos más aquellas actividades que se nos facilita hacer y las que nos hacen sentir alegría.
Mi propuesta concreta es usar métodos analíticos y enriquecerlos con los principios neurocientíficos de la repetición espaciada. Hacer caso a la máxima que dice: «para aprender hay que emocionar al cerebro» y propiciar la lúdica en el proceso de adquisición de la lectura. Enseñar jugando.
Buscar desde el primer momento que leer sea una acción comunicativa concreta para captar la atención del estudiante, y hacer muchos ejercicios de comprensión lectora.
Todo esto es lo que tuvimos en cuenta para elaborar el programa Yo Soy Muy Inteligente y por eso sus extraordinarios resultados. Es una estrategia que
está disponible para quienes logran hacer apertura a nuevas estrategias.

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